Psicología

El Hambre Emocional
Psic. Sonia Guasque R.
Cuando un pequeño no es suficientemente nutrido o atendido emocionalmente durante la infancia, de adulto va a adoptar conductas para llenar ese vacío, aunque modificará el modo en que formulará el pedido.
Tal vez ya no llorará, ni pedirá a gritos que lo carguen, lo cuiden, o le hagan caso.
Ya no pedirá que lo lleven a pasear, que platiquen con él, que le compren tál o cuál cosa.
Será un adulto- niño, demandante y estricto.
Su YO se verá dolido, y esto no le permitirá relacionarse en una forma sana.
Cuántos adultos conocemos que aparentemente parecen estar felices y contentos, pero en el fondo son niños abandonados emocionalmente que piden a gritos ser amados ?
Cuando atravesamos una infancia poco amparados o poco protegidos, haciendo grandes esfuerzos para sobre adaptarnos; es posible que en la vida adulta entremos en competencia, siendo intolerantes y con una frustración que nos pueda tornar agresivos.
Un adulto con hambre emocional, puede entrar al matrimonio con grandes expectativas en la pareja, e incluso se tornará dependiente siendo posesivo y exigente.
La edad no calma la sed. La edad sólo disfraza las necesidades primarias en otras más presentables en sociedad. El niño necesitado se convertirá en un joven desesperado, ávido, feroz.... y en un adulto inmaduro, terco exigente, y demandante.
Por eso, no importa con cuánta comida se atosigue, cuánta droga lo calme, cuánta agresión drene o cuántas pastillas lo duerman…no va a obtener cuidados maternos. Ésto es consecuencia de un gran abandono y desinterés por parte de sus progenitores en los primeros años de vida.
Toda droga va a requerir más dosis. Toda relación dependiente, lo va a llevar a relaciones aún más destructivas. Toda dieta, lo va a arrojar a un circuito de restricciones. Todo acceso al alcohol, lo va a dejar más prisionero de sus borracheras. Y toda distancia emocional, lo va a colocar cada vez más lejos en su propio desierto.
Amar concretamente a los hijos todos los días y todas las noches, dándoles calidad y no cantidad; requiere comprender de dónde venimos, para entender las contradicciones profundas que sentimos cuando nuestros hijos pequeños nos demandan atención, presencia, conexión y amparo.
Si nos sentimos frustrados, intolerantes y exigidos, es urgente emprender un camino de conocimiento personal, haciéndonos cargo de las improntas que tenemos grabadas en el inconsciente, bajo la falta de cuidado, amor o palabras reafirmantes. Esas necesidades infantiles, no nos fueron satisfechas en el pasado.
Ahora nos corresponde a nosotros darnos ese amor, reconocer qué es lo que nos ha acontecido, para decidir qué haremos hoy; es decir, cómo alimentaremos a nuestro niño herido y hambriento, y poder así alimentar y nutrir a nuestros niños y jóvenes de hoy.